Friday, June 16, 2006

El ojo electrónico de la divinidad monetaria por Frei Betto


ALAI AMLATINA, 16/06/2006, Sao Paulo.- La Grecia antigua
giraba en torno a ideas; el período medieval, de la fe; el moderno,
en las posibilidades (que hoy sabemos exageradas) de la razón.
Hoy el paradigma es el mercado. "Consumo, luego existo". Se
vive para aumentar la ganancia.

El dinero se ha convertido en algo más que un símbolo del valor de
la mercancía o mediador en las relaciones de trueque. Impregnado
de fetiche, como observó Marx, es el nuevo ídolo venerado,
solemnemente guardado en el sagrario del sistema bancario y a
cuya honra son sacrificados valores como la ética, el respeto a las
leyes y hasta las vidas humanas. Quien lo posee se siente
introducido en el paraíso terrestre. Quien sufre para obtenerlo, se
siente en el purgatorio. Y quien carece de él, en el infierno,
marginado por la pobreza y condenado al papel de los que
padecen bajo el peso sísifo de las deudas.

No es fácil para la familia, la escuela y la religión el inculcar en
niños y jóvenes valores éticos en una sociedad que da culto al
dinero y a quien lo ostenta. Las instituciones que lo administran -
bancos y bolsas de valores- son catedrales estilizadas, cuyas
capillas se desparraman por la ciudad mediante una red de
agencias. No se ingresa en ellas si no es poseido por aquella
compunción de penitente rumbo al santuario, con la esperanza de
bendiciones y curaciones. La puerta es estrecha, como la de toda
senda que lleva a la salvación y a la riqueza. Omnipresente, el ojo
electrónico de la divinidad monetaria vigila cada uno de nuestros
pasos y gestos. Una vez allá dentro hay que soportar la fila con la
devoción de quien saldará sus deudas, compensado por el alivio de
quien purga sus pecados, hace ofrendas a Mammón o espera el
milagro de ser beneficiado con créditos y préstamos. Y el ritual
exige, naturalmente, estar al día con el diezmo y las tasas de los
bancos.

Los medios de comunicación exaltan a quien es favorecido por las
bendiciones de la fortuna. Y excluye a la turba anónima
condenada a la pobreza. Lo que trae el dinero no es sólo el poder
mágico de amasar bienes, confort, seguridad y prestigio. Es,
sobre todo, poder, la propiedad de imponer su voluntad a los
demás. Gente como Bill Gates, que posee millones de dólares
imposibles de ser usufructuados aunque volviera durante varias
reencarnaciones, no amontonan semejante fortuna por mera
avaricia, sino porque lo vuelven más poderoso.

La riqueza sustituye hoy a la sangre azul. Antes la nobleza
ocupaba la punta de la pirámide social. Ser monarca era cuestión
de destino dinástico: se nacía noble. Hoy es el dinero quien
entroniza a la persona en el poder y, traspasado de generación en
generación, asegura un linaje noble. Basta una oscilación de la
Bolsa para derribar reyes y coronar plebeyos. Cualquier arribista
sin carácter puede brillar en la sociedad desde el momento en que
tiene dinero. "El dinero es el nervio de la vida en una Rapública y
quienes aman el dinero constituyen las bases incluso de la
República misma", decía ya Poggio Bracciolini en 14287 ("De la
avaricia y del lujo").

Este paradigma del mercado, asociado a la apropiación privada de
la riqueza, hace que se hable tanto de negocios.Se olvida que el
vocablo tiene el sufijo 'ocio', como indicando no ser saludable el
cuidar tanto los negocios sin reservar tiempo para la convivencia
familiar, el descanso, el entretenimiento, las amistades y el
perfeccionamiento de la vida espiritual.

Sabios ellos, nuestros abuelos consultaban la Biblia al comenzar
el día. Sus hijos, el parte metereológico. Hoy se consultan los
índices del mercado financiero. La salud personal parece
depender más de las aplicaciones rentables que de la disposición
física, mental y espiritual. Y la relación con el dinero delimita las
relaciones sociales: quien lo tiene se rodea de sus iguales y se
aparta de quien lo perdió o nunca lo tuvo. Quebrar implica perder
prestigio y amistades. Estar endeudado es, ante los ojos de los
demás, haber contraído una enfermedad contagiosa.

Como decía el profesor Milton Santos, no hay hay un futuro
agraciado para una sociedad que cambia los bienes infinitos por
los finitos. ¿Cómo enseñar en casa, a las nuevas generaciones,
valores que no sean aquellos de los que alardean los operadores
de los valores regidos por la Bolsa? (Traducción de J.L.Burguet)

- Frei Betto es escritor, autor, junto con Paulo Freire y Ricardo
Kotsko, de "Esa escuela llamada vida", entre otros libros.